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Viernes, 11 de setiembre de 2020

 Fui a la presentación del libro. Estaba exageradamente tranquila la ciudad. Llegué a Convención 1241 a las 20:02 y no había nadie, solamente una petisa hablando por teléfono. Saqué el celular y verifiqué la calle, la numeración y la fecha en la invitación. Todo estaba correcto. La petisa guardó el teléfono pero no me animé a hablarle, no sabía si ella iba a la presentación aunque era obvio que sí. Estuvimos un rato en silencio, mirando por Convención para abajo y mirando por Convención para arriba. Nada. Muerte. Apareció un peludo y después uno en moto. De repente se abrió la puerta y se asomó una cabeza que susurrando nos llamó y nos dijo "pasen que no podemos tener gente juntándose afuera". Me hizo acordar al teatro mágico de El lobo estepario. El sótano estaba lleno de gente y sonaba The Clash. Me vio Andrés quien me saludó y se fue haciendo reverencias. Después saludé al Valde y al Cepillo. Hugo dijo unas palabras de agradecimiento, habló uno de la editorial y pasaron un video, adelanto del DVD en vivo de La sangre de Verónika, que va a salir en octubre. Cuando terminó alguien gritó ponelo de vuelta y lo pusieron de vuelta. Finalmente se armó una fila para retirar el libro, que era sellado con una numeradora de metal y firmado por el el autor, que recordaba a El Padrino. No miré lo que escribía. Siempre tuve un trato distante y respetuoso con él, a pesar de conocerlo hace años y de habernos cruzado en muchos recitales y salas de ensayo. Volví caminando por Dieciocho y me puse a pensar que si alguien pasaba corriendo y me robaba el libro me iba a quedar sin saber qué decía la dedicatoria, así que en el semáforo de Andes lo abrí y la leí.